Importancia de los sistemas de calidad y los conocimientos técnicos específicos en el sector alimentario.
Hace unos días tuve la ocasión de estar hablando con una persona acerca de temas relacionados con mi actividad profesional, en concreto del tema de etiquetado de los alimentos, y en relación a la actividad de inspección y auditoría. Y lo curioso es que me la encontré en un punto de venta de alimentación.
Tras una larga conversación de unos 40 minutos lo primero que he pensado fue ¡ menos mal que esta persona no ostenta un cargo de inspección oficial!; y a la vez he vuelto a sentir tristeza e impotencia porque la realidad es que este tipo de personas también está ocupando esos puestos de trabajo.
En su faceta profesional dicha persona mostraba tener un conocimiento parcial de la legislación alimentaria referido en especial a un subsector dentro del sector alimentación. Hasta aquí todo es normal. Lo que me llamó la atención es su clara y destacable orientación a ver pegas a todo, a ver situaciones sancionables por todos los lados, incluso donde no las hay. Es de esas personas a las que les encanta tener la razón y la última palabra. Cuando les acorralas con argumentos, se van por caminos paralelos extrapolando conceptos para apoyar su argumento y a veces esos caminos paralelos no valen. Personas que conocen las pautas generales de la materia pero desconocen las excepciones. Personas que, siguiendo con el ejemplo concreto, no analizan el riesgo sanitario ni la importancia de su “descubrimiento” o “ aquí te pillé” y en cualquier caso ya tienen la palabra “ sanción “en la boca. Durante la conversación también se ha delatado y mostrado su afición por levantar reclamaciones ante la oficina de Consumo como consumidor.
En este ejemplo me he enfocado en un área concreta de la legislación alimentaria que es el etiquetado de los alimentos. Pero esto mismo lo puedo extender a otras áreas: procesos, instalaciones, registros, etc. Y no me cabe duda de que este indeseable panorama acontece en otros sectores empresariales y en otras materias.
¿Y por qué hoy me centro en esta anécdota? Por un lado quiero mostrar mi comprensión a esos empresarios de empresa alimentaria que han sufrido actas y sanciones de manera injustificada con la consiguiente pérdida económica que no ha aportado valor a la empresa. Y por otro lado quiero constatar que existen inspectores oficiales de este tipo porque he visto muchas actas durante mi trayectoria y en ocasiones me ha tocado recurrir alguna.
¿No sería deseable que en estos casos, ambas partes expusiesen sus argumentos y llegasen a un punto de equilibrio, de encuentro, sin comprometer la seguridad alimentaria para los consumidores? ¿Qué ha sido de aquel dicho “ Hablando se entiende la gente”?
Y esto mismo podría decir de los auditores con este mismo perfil personal, cuyos criterios y/o aptitudes, a veces, hacen perder tiempo y dinero a las empresas.
Y ahora podríamos preguntarnos ¿ y por qué ocurre esto?
Queda fuera de mi campo profesional conocer las causas por las que esas personas actúan de esta manera y tienen este afán de poder.. Pero lo que sí debemos tratar de hacer todos los que nos vemos obligados, de manera directa o indirecta, a sufrir las consecuencias de sus actos es saber gestionar estos comportamientos humanos y/o situaciones. Además de contar con conocimientos más profundos en la materia con los que poder argumentar, claro.
¿Os suena este tipo de escenario?
¿Cómo gestionaríais vosotros estas personas llegado el momento?